Salmos 119:89-91

Tu palabra, Señor, es eterna, y está firme en los cielos. Tu fidelidad permanece para siempre; estableciste la tierra, y quedó firme. Todo subsiste hoy, conforme a tus decretos, porque todo está a tu servicio.

Una noche tuvo un sueño. En ese sueño Dios le hizo una pregunta. Dios le dijo a Salomón, “Pide lo que quieras, y te lo daré.” ¿Te lo puedes imaginar? ¿Puedes creerlo?

Salomón podía pedir lo que quisiera y Dios se lo daría.

Salomón respondió, “No soy más que un muchacho. Yo te ruego que le des a tu siervo discernimiento para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal.” Al Señor le agradó que Salomón hubiera hecho esa petición porque no pidió una vida larga ni riquezas. A causa de eso, Dios le dio a Salomón sabiduría, riquezas y honor. 

DIVISIÓN DEL REINO 

Durante muchos años Salomón obedeció al Señor, anduvo como su padre David. Pero al final de su vida comenzó a adorar otros dioses, por lo que Dios le dijo que el reino de Israel se dividiría cuando muriera. Así que, cuando su hijo Roboam le sucedió en el trono por no hacer lo que los ancianos le aconsejaron Israel se dividió en dos partes: Israel, con capital en Samaria y Judá, con capital en Jerusalén.

Biblia nos habla de David, un joven pastor de ovejas que amaba a Dios. Él tocaba el arpa y componía canciones para el Señor.

El profeta Samuel lo ungió como rey para ser el sucesor de Saúl. A pesar de lo joven que era; Dios lo escogió porque conocía el corazón de David.

El rey Saúl quiso hacer daño a David y por eso tuvo que huir. Pero Jonatán, hijo de Saúl, hizo un pacto con David y le ayudó a escapar.

Prometieron ayudarse siempre y Jonatán regaló a David su manto, túnica, espada, arco y cinturón.

¡Estaban muy tristes porque tenían que despedirse!

Después de morir el rey Saúl, David fue proclamado rey en la ciudad de Hebrón. Al principio solamente reinó sobre Judá. Pero finalmente, después de 7 años se convirtió en el rey de todo Israel.

El rey David conquistó muchos territorios y se hizo muy famoso como guerrero. Pero lo más importante es que fue un rey que amaba a Dios.

Había un hombre de la tribu de Leví que se llamaba Elcana y este hombre subía en las fiestas solemnes al tabernáculo de Siló para adorar y ofrecer sacrificios a Dios. Elcana tenía una esposa llamada Ana, ella estaba muy triste porque no podía tener hijos.

Un día, Ana se sentó en el templo llorando y orando a Dios. Mientras estaba orando, le hizo una promesa a Dios. Señor, dijo Ana, si miras mi miseria y me das un hijo, te lo daré para que sea tu siervo todos los días de su vida.

Elí, el sacerdote del templo estaba cerca observando a Ana. Veía como se movían sus labios, pero no escuchaba sonido alguno. Pensó que Ana estaba borracha. "No es así, - le dijo Ana a Elí, - ya que no he tomado nada. Estaba desahogándome con el Señor."

El sacerdote le contestó a Ana: "Ve en paz, que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido."

¿Adivina qué? ¡Dios le concedió a Ana su petición! La Biblia nos dice que Ana dio a luz un hijo y lo llamó Samuel. ¿Sabes por qué escogió ese nombre para su hijo? Porque Samuel significa "Al Señor se lo pedí."

Porque Dios había escuchado y contestado su oración, ella fue fiel y mantuvo su promesa a Él. Cuando Samuel tuvo la edad suficiente, ella lo llevó al templo y allí Samuel sirvió al Señor ayudando a Elí el sacerdote.

Relaciona  cada imagen con la afirmación que corresponda.

Juan 5:15  (Pincha en la imagen)